Mari Callealta Torres: «Donde la luz termina»

DONDE LA LUZ TERMINA

A solas,

nada más que edad cansada para cerrar los ojos

como si todo convergiese en una misma pregunta

sobre el porqué muere un instante.

A solas, en el desvelo de la mirada

mientras envejezco

con la altura del alma sobre la ausencia,

con la voz pequeña de un rezo apenas perceptible

tan inútilmente callado para no buscar respuestas.

A solas, en el cortejo de la oscuridad

sin contornos para definirme,

sin labios para derramar la palabra.

A solas, con la ignorancia de la memoria

porque he falsificado el recuerdo

para esconder mi locura.

Pero sigo estando a solas, a solas

sin saber cuántos silencios tiene la luz que termina.

MATICES

El paisaje tiene horas perdidas entre las huellas

que se alejan más y más como sueños a plazos

si todos los ojos del mundo se oscurecen.

El tiempo que espera al alba, restalla sobre la vida

cuando todo se vuelve impacto en la apología del color:

el plumaje desnudo entre vértebras alineadas

en un vuelo de pájaros

y el mar, el mar, como un escapulario de senos

en el capricho del agua.

Y el mar, el mar, en un tallo de venas

sobre la sed de la boca,

Porque el sexo se muerde en su delirio verbal,

porque alteras el sacrificio blanco de la espuma

en un punto que tiembla y se abre

en el goce de profundos azules.

Con mis manos entre tus manos

cabe más luz entre la luz

y será otra vez paisaje dentro del cuerpo.

PLENITUD

He metido la mano en el aire

como quien busca palabras e invoca a la lluvia.

Me abandono al éxtasis de su ritmo,

al roce perfecto de piel y agua.

Alejaría el tiempo para un respiro limpio

de alba de enero

y acercaría la humedad a mi lengua

para sentirme en tu aliento.

Solo el cuerpo sabe lo que mi alma quiere

y no me pido motivos para nombrarte.

Me aturdían las palabras de amor´

como péndulos sobre la nuca

porque pesaba demasiado el silencio,

impertinente, taciturno en el hueco del pecho.

Me aturdían las palabras de amor´

porque también caduca el ensayo

de que todo salga perfecto.

Y ahora, mírame, atenta a la placidez del susurro

mientras el desorden de tus labios

me lleva a la última caricia

cuando soy cuerpo en el deseo.

Esa última caricia, la que cimbrea el desnudo,

la que me desmenuza en las líneas de tus manos

hasta hacerme finita en la turgencia del gozo.

Esa caricia…pronunciando tu nombre desde la plenitud.