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AÑO 4 - 2023

VANESSA ZACCARIA CSEKE – CHICA BEAT

¡Compartir!

Chica beat

 

Acabada.

Despreciada.

Maltrecha.

Displacida.

Insatisfecha.

La chica beat

estrangulada.

 

Y la psicóloga me dice

que el problema que tengo

es que no le doy valor

a lo que soy,

a lo que hago y remata

que no quiero cobrar

para hacer una foto,

o por mis poemas

o ¿por qué no?

Por hacer el amor.

Trayecto

Alfons X.

Un diario se escribe en cualquier sitio.

Una poesía también.

Pasajeros que acarician teléfonos.

Abuelas aprietan bolsos con manos de plástico.

Joanic.

La puerta se cierra.

Una etiqueta pegada en el vidrio.

“Las maricas matamos fascistas” dice.

Un niño escribe sobre otro

de los vidrios sucios:

Jodete

y detrás de la palabra,

los cables que corren,

la oscuridad que avanza.

Verdaguer.

Muchachos silbándose

de vagón a vagón.

¿Hasta qué punto escribir

no es

hacer listas?

Urquinaona.

Otakus a lo Robert Smith

me miran escribir y yo

cierro el cuaderno.

Un día más

 

Ha llegado la neblina

como un acorde blanco

en el que navegamos.

Y los que tenemos casa

entramos cubiertos como

recién llegados de la Luna.

Resbalando el aliento,

mientras los medios

se sacuden de alertas.

Perdiéndonos en tragos largos,

en pantallazos cimbreantes;

intentando no pensar

en los vagabundos muertos

de un solo temblor,

un único e interminable temblor.

O en los obreros confiados

que solo se animaron un día más,

uno solo y que luego desaparecieron

sepultados de invierno.

Suspirando entre los árboles

sucedidos de mil hojas

de tiza espumosa.

Caídos en huellas profundas

dónde olvidaron el sentido,

pasmados del reflejo del sol

contra infinitas estampas de escayola.

Acurrucados, quizás,

en pechos invisibles

de amores de fuego

que lo echaron todo a perder,

hace mucho tiempo.

Hamacándose,

entre las hojas crujientes

con atuendos albinos

que dejó la borrasca.

Infortunios

 

¡Racistas!

gritan los niños sirios

escabulléndose en las ramblas.

Piedrazos a patrullas.

Tres de la mañana ¡A por ellos!

gritan los uniformados.

Les persiguen y

un delfín mojado

en la puerta de un 24 hrs,

me guiña el ojo.

Y una paloma muerta

saluda desde un portón meado.

No puedo respirar.

Oigo pasos.

No te fies.

Seguí.

Camina.

Las luces se reflejan en charcos y asustan.

Autos a casi arrancar están esperándote.

¿Y los chillidos?

No sé si son yonkies pinchándose,

saliendo de las esquinas,o ratas.

La prostituta enciende un cigarrillo

con cara de “pobre mujer”

al mirarme

y yo sigo,

como sabiendo hacia dónde,

como sabiendo el por qué.

Esto es la calle.

Los infortunios te encuentran o te guían.

Pintadas

 

Las paredes de Meridiana

han amanecido pintadas.

Rápidas confesiones en aerosol

de astas borrosas y

blancos internos adobados

Vuélvanse a su país, decían,

con esa seguridad de saber

cuál es su lugar.

Como si nacer en un sitio

fuese un destino inamovible.

Como si supiera acaso

dónde estaré mañana.

Así que pequeños Bruce

Wayne sin un céntimo,

te señalan la salida

cuando no tienen

espacio ni para ellos

mismos en su interior.

Algo me irritó la garganta.

Para peor los semáforos

no coordinaban

y las bicicletas y los coches

colisionaban allí,

en medio de la avenida.

Más adelante en el Pont del Treball

(que se llama  en realidad

Pont del Treball Digne, pero

la última palabra la abandonamos);

una ambulancia recogía a una señora.

No sé si estaría viva o muerta.

Y los Mossos d’escuadra estaban

más preocupados en enseñarles

las porras a los niños

en las puertas de las escuelas,

en vez de pensar

que la pobre mujer

murió (o casi) de cuidad.

Además estaba la alerta del viento.

Veías las bolsas desencajadas

de los cestos de basura

y la ropa de nadie tirada en la nada

y las flores ya maduras

de los Cosmos Amarillos

luchando a fibra única por no caer.

Era lunes de quejas e insultos

y para peor, normal.

El autobús dobló por Marroc

y dejé que mi cuerpo

se inclinara con la vuelta,

dócil como haría

durante el resto del día.

A la tarde, el cielo se confundió

con los reflejos azulados

de la Torre Agbar y el sol

se fue yendo.

Ya no había tanto berrinche

pero las pintadas seguían allí.

BIOGRAFÍA

Vanessa Zaccaria Cseke (Italia, 1987), escritora de poemas y cuentos cortos. Ha vivido por diez años en Buenos Aires participando en el Grupo Literario Inquietud, realizando eventos culturales junto al actual Grupo Boedo de pintores en el barrio emblemático de La Boca. También ha participado con el Núcleo de Poetas y Escritores Asamblearios sacando un boletín literario bimestral llamado “La Fragua” de temáticas sociales. Sus textos aparecen en revistas como “Libre Pensamiento” o “Ragnarok”. Ha publicado recientemente su libro de poemas «Días lantánidos» Actualmente reside en Barcelona. Trabaja como técnica en impresión. Participa en un grupo anarco-feminista llamado “Redes de Afinidad” y está realizando un proyecto propio de fanzine de poesías llamado “Lata”.

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Fernando Abreu
Fernando Abreu
2 años hace

Los poemas están chingones.

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